Lo que está usted a punto de leer, es un diálogo cotidiano en los hogares de las y los trabajadores de Ciudad Juárez, donde la adversidad urbana, que no sólo procede de la violencia generada por el crimen organizado, sino también de la institucional, en ocasiones burocráticamente deshumanizada o simplemente recaudatoria, está cancelando las oportunidades de una vida social en libertad para crecer en la convivencia y en la dinámica propia de los seres humanos de este siglo, ciudadanas y ciudadanos con derechos conquistados, pero también personas abandonadas a su suerte, desprotegidas institucionalmente, que viven cada vez más en el encierro, y no sólo eso, también amenazadas económica, social y culturalmente por las propias autoridades, que en lugar de generar programas educativos, deportivos, de esparcimiento, seguridad y apoyo a la economía familiar -aclaro: ¡no paternalistas!, sino verdaderos programas democráticos y bien fundamentados- para que las personas de esta sociedad, especialmente las y los ciudadanos mayormente desprotegidos, puedan desarrollarse en un ambiente seguro, que les permita lograr una vida libre y digna en esta ciudad fronteriza.
-Mamá me dejas ir a una fiesta con mis amigos, va a ser en casa de Juan, tu lo conoces.
-Pero mijo, cómo se te ocurre…